Creo que va siendo hora de dejarme caer de nuevo por aquí después de tanto tiempo (unos cuantos meses al menos ¿verdad?).
Al principio la excusa era que tenia que estudiar para los maravillosos examenes finales de bachillerato. Una vez superada la barrera del nerviosismo por las notas y titulo en mano, tocaba volver a coger los libros y alzar el altar del Burn y prepararse selectividad. Y después de unos días de incertidumbre por los resultados y unas horas para asimilar el aprobado, empezó todo.
El primer viaje a Madrid fue el mismo día en que supe mi nota de selectividad. Supongo que fue uno de mis pocos arrebatos de autoconfianza. Me recorrí todo Mostoles para echar las preincripciones y me reencontré con viejos amigos y sentimientos latentes.
Días después (dos) surgió una nueva escapada a Madrid, uno de esos (no sé ni muchos o pocos) momentos en los que debes pensar y sientes. Un par de días de decepción, la mejor decepción de mi vida.
Al día siguiente decidimos desconectar y acabamos cuatro amigos en Matalascañas en la típica Pensión Loli atragantandonos con risas y acaparando con ansia el sol como si nos lo fueran a robar en cualquier momento. Cinco días geniales que necesitaba.
De nuevo al día siguiente el tren me trajo a Madrid y en otra aparición de mi inexistente autoconfianza organicé todo el viaje para matricularme en la universidad sin ni siquiera saber si me habrían admitido. Diez minutos antes de salir de casa a las siete de la mañana para coger el tren confirmé que estaba admitida. Cuatro días de estrés, llantos, más desilusiones, alguna que otra alegría, una proposición interesante y nuevos sentimientos que aún hoy me siguen dibujando una sonrisa.
Directamente y sin descanso un AVE Madrid-Sevilla y el comienzo oficial de mis vacaciones a finales de Julio. Puede que una de las semanas menos aburridas que he pasado en Sevilla y quizás solo por las noches de conversaciones que nunca esperaba que acabasen. Luego un libro y trece días recorriendo Francia a veces con la unica esperanza de que en el siguiente hotel también hubiera wifi para no perder esa rutina que tanto echaba de menos cuando salia el sol.
Una noche en Paris y muchas horas de sueño empaquetadas en un vuelo a Sevilla que más tarde encerré en un autobús con destino Badajoz. Horas en casa y una maleta para encerrar esta vez un puñado de sentimientos desordenados en un autobus que me llevaría a pasar cinco días dificiles de olvidar. Un "hasta pronto" y una semana contando días para volver a sentir.
Y desde entonces estoy aquí, desde ese Domingo 22 tan esperado. En Madrid, en mi piso, rebosando aun más felicidad de la habitual y a dos días de la presentación en la universidad.