Echar de menos a gente que me hace daño. A día de hoy, para mí, es una nueva modalidad de masoquismo olímpico.
Curiosamente las personas que mejor te conocen y/o a las que más quieres, se supone que son las que más armas tienen para hacerte daño y al mismo tiempo aquellas a las que (salvo raras excepciones) jamás podrías guardar rencor, por mucho que te empeñes en ello.
No es más que la clásica película de los domingos en la que la chica siempre se enamora del gamberro del instituto, que ni le conviene, ni le hace caso; pero llevada al extraño campo de la amistad.
Pero en fin, seguiré echando de menos a gente que no sé merece ni alojarse en mi cabeza aunque solo sea por ganar estas olimpiadas personales.